Don Fabrizio, 10 años gobernando España (1ª parte)

Don Fabrizio, 10 años gobernando España (1ª parte)

Cuando Adolfo Suárez juró su cargo, España era una dictadura; cuando se fue se había convertido en una incipiente democracia con una Constitución en vigor tras cuatro décadas de vacío. A Calvo-Sotelo apenas le dio tiempo a resistir unos meses, en los que tuvo que sobrevivir hasta a un golpe de Estado justo antes de su investidura.

Llegó Felipe González y transformó ese país atrasado en algo moderno y, sobre todo, europeo, ya que la entrada en la entonces CEE nos propició muchos beneficios y, de paso, miles de millones de pesetas para cambiar la cara. Y tras él, José María Aznar se encargó de modernizar la economía española hasta tal punto que cuando se marchó ya ni siquiera se usaban las pesetas. No digo que todo lo que hicieron fuera bueno, pero sí tienen algo por lo que serán recordados.

Entonces fue el turno de José Luis Rodríguez Zapatero, con sus ganas de llenar páginas y páginas del BOE. Incluso intentó aprovechar la crisis económica para, a través de la archifamosa Ley de Economía Sostenible, cambiar las bases de nuestro modelo. ¿Alguien se acuerda? Si fuera por mí, la única Ley por la que dejaría que Zapatero apareciera en los libros de historia de mis hijos sería la Ley Antitabaco.

Y Rajoy, en sus más de dos años en La Moncloa, ni siquiera ha conseguido eso, al contrario, ha amenazado con cambiarla para construir unos casinos. Así las cosas, parece que Don Fabrizio se ha instalado en el palacio presidencial y ya va a hacer una década de ello. ¿Que quién es Don Fabrizio? El príncipe de Salina, protagonista de ‘El Gatopardo’, que dejó para la historia la famosa frase “si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”.

Sin Don Fabrizio al poder no se entenderían los cientos de reformas que hemos vivido (y sufrido) los ciudadanos desde que a los bancos les dio por ofrecer financiación barata para todo tipo de proyectos ruinosos y a los griegos quedarse sin blanca para pagar a sus acreedores. Y es que, si las épocas de crisis son una oportunidad, ésta que se vive en España será recordada por haber dejado pasar no una, sino muchas oportunidades.

¿Que por qué digo esto? Miremos, por empezar, las reformas de la administración pública. Cientos de páginas explicando qué hay que cambiar, qué órganos suprimir, cuántas cuentas bancarias deben cerrarse y hasta cuánto se debe ahorrar en fotocopias. ¿Es importante? Sí, evidentemente la administración debe ser lo menos costosa posible para el ciudadano. ¿Es esencial? En absoluto.

Ése es el problema, que los miles de páginas de BOE rellenadas en los últimos diez años no abordan cuestiones mucho más importantes. Por ejemplo, hablemos de alcaldes. Está bien que los que dirigen localidades de menos de 1.000 habitantes no cobren, pero la verdad es que la mayoría ya no lo hace. ¿Y el resto? Al resto, Don Fabrizio les permite seguir con el chollo: gobernar una localidad de 1.001 habitantes y cobrar 40.000 euros o una de 75.000 y cobrar 75.000, dietas y consejos de empresas municipales aparte.

Pero eso no es todo. Seguro que en los últimos años han oído hablar cientos de veces de competencias impropias, de falta de financiación y todo tipo de justificaciones para subir los impuestos. Detrás de estas palabras no hay otra cosa que un galimatías de funciones en el que nadie se atreve a meter el hacha. ¿Quién debe prestar qué servicio y quién financiarlo? Hace unos años, un periodista extranjero bromeó sobre la preocupación sobre la alimentación en España ya que, al sufrir una intoxicación en A Coruña, se acercó a denunciarla y tuvo que hacerlo en la oficina municipal, en la delegación de la Xunta y en la agencia nacional. No obtuvo respuesta alguna, por supuesto.

¿Qué ha hecho Don Fabrizio al respecto? Publicar cientos de normas, ordenanzas y reglamentos incomprensibles cuyo único objetivo es mantener el galimatías competencial y permitir, con ello, que cada cual pueda seguir reclamando más financiación por prestar servicios que no le corresponden.

Vayamos a lo concreto. ¿Alguien cree que Don Fabrizio no sabe que las diputaciones hace años que han perdido su sentido? ¿O que el Senado nunca lo ha tenido tal y como está diseñado a día de hoy? Claro que lo sabe y, con toda seguridad, realizará alguna reforma, quizá en esta misma legislatura, para que parezca que toma medidas. Pero, no lo duden, todo seguirá igual.

Y es que salvar a la clase política y sus privilegios no se puede evitar en el mundo de Don Fabrizio. No es lo único, pero lo contaré en las próximas entregas.

 

Inés Calderón
t:@ines_calderon
Opinión Personal