Reformar la Constitución para incumplirla
Cuánto gastar ha sido, desde su llegada hace 10 años, una de las grandes cuestiones que ha tenido que afrontar Don Fabrizio. Y no siempre con la vista puesta en el bienestar de los ciudadanos, sino a veces pensando en quién podría agradecer el esfuerzo realizado.
A su llegada, Don Fabizio encontró unas arcas llenas, una hucha rebosante de monedas gracias a un sistema fiscal totalmente dependiente del ladrillo. Cualquier otro, quizá, habría aprovechado el superávit (que llegó a ser del 3% del PIB en algunos años) para cambiar las cosas, pero Don Fabrizio no es de esos.
Al contrario, utilizó las sobras para reducir los ingresos procedentes de las nóminas con una deducción absurda e injusta (era la misma para quien cobraba 1.000 euros al mes que para quien ingresaba varios millones al año). Es decir, hizo al sistema aún más dependiente del ladrillo, mientras la burbuja amenazaba con estallar.
Pero esa fórmula permitió a Don Fabrizio mantenerse cuatro años más en el poder y continuar con sus políticas de gasto. Fue la época del AVE a ninguna parte (o a todas), de los aeropuertos en provincias despobladas y de megaconstrucciones que albergaban pabellones deportivos o recintos feriales. Se puede pasear por pocas ciudades sin encontrarse con un ejemplo.
Y de repente, Don Fabrizio se dio cuenta de que había actuado como cualquier famosillo de medio pelo: gastando más de lo coherente (incluso aprobó un plan para quemar 13.000 millones de euros en bordillos y farolas por todo el territorio nacional) y con una hipoteca que no podía afrontar. ¿Qué hizo entonces? Lo de siempre, nada.
Desde entonces, allá por 2010, Don Fabrizio se ha afanado en llenar y llenar páginas de presupuestos y boletines oficiales con el objetivo de que las cuentas cuadrasen algo más. ¿Algo relevante? Seguramente, no.
Los trabajadores por cuenta ajena (que cada vez son menos y cobran menos) siguen siendo los grandes mantenedores del Estado del bienestar a través del IRPF y las cotizaciones sociales, mientras las grandes fortunas siguen esquivando la normativa fiscal. Incluso, pudieron traerse el dinero enviado a Suiza durante las vacas gordas pagando un mínimo peaje. Estos trabajadores también pagan más IVA y cuando heredan se enfrentan a cosas como ésta:
“En esta cuestión tenemos veinte normativas distintas, es decir, quince de las CCAA de régimen común, otra en Navarra, tres en las diputaciones forales vascas y otra del Estado que aplicamos a los que no residen aquí. Las diferencias son abismales. El tipo efectivo máximo puede llegar al 81,6%, pero muchas herencias están simplemente desfiscalizadas: en Navarra, el tipo general es del 0,8% y en Madrid hay una bonificación del 99%”. (“¿Hacienda somos todos?” Francisco de la Torre. Editorial Destino).
¿Y qué ha hecho Don Fabrizio al respecto? Pues lo que mejor sabe hacer: cambiarlo todo para que todo siga igual. Miles de páginas de normas después, una reforma de la financiación autonómica realizada (y otra parece que en proyecto) y otra reforma fiscal completa que, después de 10 años no se sabe por dónde va, poco ha cambiado en este aspecto. España sigue y seguirá siendo un galimatías fiscal del que se aprovechan las grandes empresas para pagar menos de lo que les toca.
Pero que nadie piense que esto no preocupa. ¡Si Don Fabrizio hasta ha cambiado la Constitución para que lo parezca! Y una Ley Orgánica, sí, nada menos que una Ley Orgánica, nos obligará a reducir la deuda hasta el 60% del PIB dentro de seis años. ¿Que es imposible de cumplir? Pues sí, pero eso importa no importa a nadie. En 2020, cuando incumplamos nuestras propias leyes, Don Fabrizio seguramente goce de un retiro dorado y presumiendo de haber hecho lo correcto… cambiarlo todo.
Y mientras tanto, que nadie toque a sus amigos: “no es cierto que España tenga una administración elefantiásica”, decía Don Fabrizio hace unos días. Quizá ninguno de sus centenares de asesores le ha contado que en Extremadura más de un tercio de los asalariados trabaja en la administración (algo que no ocurría ni en la antigua URSS), ni que el director del aeropuerto de Huesca (que recibe un vuelo cada diez o doce días) cobra bastante más que la media nacional, ni que la estación del AVE de Antequera apenas la utilizan 10 personas por trayecto pese a haber costado millones de euros. Tampoco sabe que la Xunta de Galicia gasta cada año cientos de miles de euros en construir campos de fútbol de hierba artificial pese a ser la zona de España donde más llueve.
¡Claro! Don Fabrizio no se preocupa de esas nimiedades, el príncipe tiene ocupaciones más importantes. Lo que sea para que parezca que lo cambia todo sin que cambie nada.